lunes, 4 de febrero de 2008

-

El alcohol no soluciona ninguno de mis problemas, pero tampoco lo hace la leche. Ni vos, ni tu cuerpo desnudo, ni tu aparente empatía, ni tu reciente alejamiento, ni el jugo de naranja, ni las películas europeas, ni mis grandes amigos, ni mi familia, ni el saber qué mierda era Caldea, ni Borges, ni Adam Sandler, ni la ropa nueva, ni la droga, ni el salir, ni el queadrse, ni el estar cerca, o lejos, o pretender que no me importa lo que hagas, o esos ojos, o las mentiras, o las tiras, o los rulos o el pelo lacio, o la boca roja o la boca azul, ni la suerte, ni la muerte, ni un soneto o el verso libre, ni saltar ni hablar, ni mover mi lengua en tu honor, ni el pretender que no me doy por aludido.

Nada solcuciona mis problemas, pero no querer tratar es demasiado.