domingo, 24 de mayo de 2009

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Hay una amenaza sobre toda Mendoza, hoy me enteré. El agua, que tanto ayuda, va a ser la tumba fétida y cenagosa en la que todos descansemos el día de mañana. Creo que ya lo había previsto, quizá en un sueño. Me veía flotando entre otros cuerpos, inflándome lentamente hasta que la vida dentro de mí consiguiera encontrar su camino hacia la luz.
Existe cierta paz en dormir debajo del agua. No hacen falta peces, ni algas, ni olas. Sólo el silencio eterno del vacío, sólo la voluntad de no despertar. Creo que, cuando llegue el agua, el terror no va a poder tapar la felicidad, la tristeza no será rival para el júbilo, y finalmente seremos barro.
No quiero que se confunda el agua con la purificación. Esta marejada nos estancará con todo lo que fuimos. Si hay paz es porque no podemos dejar este mundo de otro modo. Ahora, si existe algún barquero fantasmagórico listo para llevarnos al otro lado de las aguas de la muerte, tendremos que confiar en su clemencia para que el peso de nuestros peacdos no hunda la barca.
A veces creo que ya estamos ahogados. Somos nuestras anclas, solitarias y olvidadas en el fondo de un oceano hastiado.