miércoles, 7 de mayo de 2008

Serie I, amigos: Augusto

Augusto no va a leer lo que escriba. Este es un punto crucial a la hora de escribir lo que necesito escribir. Augusto no lo va a leer, por negación o por impedimento, y voy a ser totalmente franco. Con Augusto, muchas veces, no nos llevamos bien. Peleamos por nimiedades, cosas tan sin sentido que sabemos, mientras gritamos, que nadie tiene razón, que a nadie le importa si alguien tiene razón.
Con Augusto no tenemos tres ideas en concordancia. Desde la mejor salsa para aderezar un lomo hasta cuál fue el mejor presidente para los kurdos. Nunca tenemos la misma opinión. A veces, inclusive, callamos para no seguir una discusión eterna, una que no empezamos nosotros.
Augusto tiene miedo a muchas cosas. Es un miedo que no entiendo, mira más allá de lo que muchos miramos, pero todavía tiembla ante una sonrisa. Quiere lo que todos queremos, pero se lo figura como una empresa imposible, aunque ya esté ganada. Espera la solución muy pacientemente, pero quizá elige ignorar que lo que necesitamos hay que buscarlo.
Creo que no hay otra persona en este mundo con la que me tengo que esforzar tanto por ser amigo. Creo, también, y sin dudas, que no hay otra persona por la que me esforzaría.
Augusto es lo que es y me hace lo que soy. No el único, y espero que no sea el último.


P.D.: Zolá tenía amigos, hasta que escribió sobre ellos.