miércoles, 21 de mayo de 2008

Serie I, amigos: Iaio

Me estoy olvidando de Iaio como de algo irrecuperable. Se llama Flavio, el apodo es como una salvedad infantil que nos permitimos tener, en grupo, para que de menos vergüenza.
Ahora vive en Córdoba, o eso tengo entendido. No recuerdo la última vez que lo ví, hace casi dos años. Quiero pensar que hubo cervezas de por medio, alguna charla sobre el pasado, y promesas de reencuentro.
No creo todo eso, de hecho, no creo casi nada. Creo que nos vimos por última vez una tarde cualquiera, y que ninguno de los dos sospechaba que se abría una brecha insondable. Se abría el tiempo, y lo sangrabamos como una herida incurable.
Ahora pienso que lo que me une con Iaio son momentos: una fiesta impensada, las charlas en la vereda del Nono, agunas risas en Roma, con su planito y optimismo... Los momentos no perduran (nada perdura, pero se hace más notorio con los momentos).
Me estoy olvidando de Iaio. Sé que es imposible, pero los recuerdos se alejan, se esconden, y es cada vez más difícil recuperarlos. Plagiando a Borges, hay cuadras que ya no vamos a recorrer, cervezas que no vamos a tomar, historias que no vamos a compartir. Iaio se arranca de mí y con él se va una parte de todo lo que me mantuvo vivo durante mi adolescencia.
Me estoy olvidando de Iaio, me estoy olvidando de mí.