lunes, 22 de junio de 2009

¡Non Fiction! A lo de AG

Crash, la moto avanza medio metro y el conductor se baja. A mi no me miren, ya no vivo acá, con ustedes, este crash y la acra de confusión les pertenecen. ¿A mí? La noche, fría como está, desesperanzada como está. ¿De quién fue la culpa? De ustedes, de su amor por la furia y por el tiempo. Rojo, verde, crash. Tambén amarillo y negro. Pero todo es suyo.
¿Mío? El poder caminar por la vereda, sabiendo que ya no vivo acá, estoy lejos, muy adentro y muy arriba. Todo es violencia -si querés te doy mi teléfono, para culquier cosa que neces- no, gracias, no. Ya tengo la cabeza aturdida de golpe seco por detrás. ¿Verde, rojo, de quién es la culpa? Sé que soy un extraño porque no los entiendo.
Camino entre ellos, algo gotea y me asalta el olfato. No creo que sean la misma cosa, pero todo puede ser en este reino fantástico que surgió en de improviso en una esquina. ¿Cuánto falta para llegar? Acabo de salir y ya estoy a mles de kilómetros, observando desde la luna como personas que no me importan discuten sobre cosas que no me importan, en una esquina que no me iporta, en una noche que no me importa. Nadie muere en este accidente, pero parece que nadie vive.

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Empieza con la luna y el sonido de disparos. Es mi departamento, eso sí, es el único lugar que conozco lo suficiente. Piensa en los recuerdos y baja, porque ya nada importa demasiado. Tiene un nombre, no sé cuál todavía (no me ha sido dado), el apellido es posiblemente Silva, porque todos tienen apellidos, y en Silva hay algo de desesperanzado y hermoso. Quizá la S inicial sea un error, pero no me preocupa, es todo un error y nunca nadie dice nada.
Se respira permanentemente violencia, y la violencia es soledad, porque la soledad es furia. No hay tristeza, no queda tiempo, sí está presente la resignación, y cierta tendencia a huir. De más está decir que evadirse es imposible, no cuando el desconcierto y sobretodo la violencia son omnipresentes. No hace falta escaparse, de todos modos, morir es la forma última y definitiva de odiar.

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El extraño olor ácido quedó detras, el crash y la gente-no-gente confundida también. Es infantil pensar que soy el único que existe realmente, pero también es infantil pensar en una realidad. El callejón es oscuro y aterrador como siempre. Las ratas corren por la acequia, las puedo ver por las enormes trampas abiertas. Me dan asco, les tengo pánico, me pueden morder, enfermar, demostrar que no soy lo único (el único) que existe. Hoy no quiero saber nada, salvo la noche que se me cruza en la garganta como miles de palabras que no entiendo.
Otra esquina se acerca y se aleja, en un negocio vacío suena un teléfono. Me quedo parado en la vereda y observo. Quiero estar en otra Mendoza, y lo consigo. Estoy en ese cuarto vacío donde un ruido agudo e intermitente me busca y no me encuentra. Soy otro en otra provincia, o quizá en la misma pero rodeado de magia, ararncado de tanta obvia realidad, del frío y de la noche que no me importa.
Sigo parado, escuchando desde afuera el teléfono que busca a alguien que no soy yo y que posiblemente no existe. La tristeza es inevitable, y me doy cuenta que soy yo quien llama, yo escucho los tonos, esperando que alguien atienda, buscando siempre a alguien que me salve. Yo soy el cuarto vacío, el eco y las paredes rojas. Yo soy la noche y el frío, el verde, el rojo, la realidad. Soy un pasado que se olvida mientras espero que atiendan.

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No tiene aún trama. No la preveo. Camino por mi ciudad y escucho el odio latente bajo la capa de normalidad. Descubro otra ciudad, una que puedo llamar mía. El miedo que se ve todos los días, la tristeza enojada del zonda azotando los edificios, la gente, tan sola y atareada. Está bien que una ciudad tan devastada sea mía. Sospecho que esa es la trama.
No quiero muertos, quiero mostrar el pasado perdido, la falta de futuro, la inutilidad del presente, pero no muertos. Lo más probable es que sea una empresa imposible, una historia sobre odio y violencia sin muertes. Los muertos llevan a la tristeza, y la violencia no es triste. Su característica principal es que es inevitable.

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Llegué. Los quince minutos más largos de mi vida. Adentro, cerveza, amigos, un poco de recuerdos. Toco el timbre, sé que pase lo que pase me voy a quedar afuera.